Es inevitable: todas y todos, en algún momento de la vida, tenemos días tristes. A veces lloramos tanto que se nos acaban las lágrimas y todo lo que queda es alcanzar ese momento catártico en el que, sí, el dolor no se destruye pero se transforma. Para ese día triste, aquí te traemos una recopilación de poemas que te llegarán al corazón. Algunos autores añoran el amor perdido, otros se lamentan por haber dejado pasar el tiempo o recuerdan que, si lloráramos por cada una de las tragedias de la vida, no terminaríamos nunca. Al final recordarás que, en un día triste, no estás sola ni solo.
Boca de llanto, me llaman
¡Cómo has podido tener
¡Cómo me puse a buscarte
No lloras, no llorarías
Puedes reír. Yo te dejo
reír, aunque no puedas.
Se ha vuelto llanto este dolor ahora
y es bueno que así sea.
Flor de este viento dulce que me tiene,
desátame, amor mío, hoja por hoja,
mécete aquí en mis sueños,
te arropo como mi sangre, esta es tu cuna:
déjame que te bese una por una,
mujeres tú, mujer, coral de espuma.
Rosario, sí, Dolores cuando Andrea,
déjame que te llore y que te vea.
Me he vuelto llanto nada más ahora
y te arrullo, mujer, llora que llora.
Ahí está lo que fue: la tercera espada
del sajón y su métrica de hierro,
los mares y las islas del destierro
del hijo de Laertes, la dorada
luna del persa y los sin fin jardines
de la filosofía y de la historia,
El oro sepulcral de la memoria
y en la sombra el olor de los jazmines.
Y nada de eso importa. El resignado
ejercicio del verso no te salva
ni las aguas del sueño ni la estrella
que en la arrasada noche olvida el alba.
Una sola mujer es tu cuidado,
igual a las demás, pero que es ella.
Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
solo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años...
y sé que me estoy muriendo.
El cuento es muy sencillo
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
hasta que el sueño lo descalifica
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
Te espero cuando la noche se haga día,
suspiros de esperanzas ya perdidas.
No creo que vengas, lo sé,
sé que no vendrás.
Sé que la distancia te hiere,
sé que las noches son más frías,
Sé que ya no estás.
Creo saber todo de ti.
Sé que el día de pronto se te hace noche:
sé que sueñas con mi amor, pero no lo dices,
sé que soy un idiota al esperarte,
Pues sé que no vendrás.
Te espero cuando miremos al cielo de noche:
tu allá, yo aquí, añorando aquellos días
en los que un beso marcó la despedida,
Quizás por el resto de nuestras vidas.
Cuando el día se me hace de noche,
Y la Luna oculta ese sol tan radiante.
Me siento solo, lo sé,
nunca supe de nada tanto en mi vida,
solo sé que me encuentro muy solo,
y que no estoy allí.
Mis disculpas por sentir así,
nunca mi intención ha sido ofenderte.
Mi aire se acaba como agua en el desierto.
Mi vida se acorta pues no te llevo dentro.
Mi esperanza de vivir eres tu,
¿Por qué no estoy allí? Te preguntarás,
¿Por qué no he tomado ese bus que me llevaría a ti?
Porque el mundo que llevo aquí no me permite estar allí.
Porque todas las noches me torturo pensando en ti.
¿Por qué no solo me olvido de ti?
¿Por qué no vivo solo así?
Hoy es un buen día para llorar por las desgracias de estar vivo.
Llorar, por ejemplo, por cada botella de plástico tirada en la grama o por el smog.
Llorar por el río Turbio o el Guaire.
No hablemos del río Tocuyo o el Orinoco. (No lloraré tanto)
Hoy, a lo Andrés Eloy, lloraré por los niños que se salvaron de Herodes para calcinarse en Hiroshima y por los que se libraron de esta para agonizar en manos de sus progenitoras (porque ellas no son madres).
Hoy también se podría llorar por la desgracia de una hormiga o la de un tomate.
Hoy lloraría por las niñas que olvidaron que la luz que viene de adentro es más importante que el brillo labial.
Hoy quiero llorar por aquellos que van de cama en cama sin hallar su lugar.
Lloraré por un amigo que olvidó lo hermoso que es amar porque lo hirieron.
Lloraré por los que nunca han llorado por nada ni por nadie.
Hoy es un buen día para llorar por todas las especies silvestres que no conocimos y por las que nuestros hijos no conocerán.
Hoy fácilmente lloraría por todos los torturados, secuestrados, asesinados y violados del mundo.
Por cada niño sin padre y por cada padre sin hijo.
Hoy lloraré por cada proyecto inconcluso.
Por cada sueño roto.
Por cada Quijote que nos haya robado la escuela, el “qué dirán” o algún “después”.
Hoy se debe llorar también por todos los pueblos oprimidos, pisoteados, humillados por las tiranías de algunos cortos de alma y anchos de ambición.
Por cada idea que se quedó en la gaveta.
Por cada águila que se quedó en el corral de las gallinas.
(Creo que no me van a alcanzar 24 horas)
En fin, hoy lloraré (tal vez no) por algunas cosas que me pesan en el alma.
Por cada artículo de “Sucesos” que leo en los periódicos, por cada capítulo de terror que se encuentre en las páginas de la historia de esta humanidad, por cada pequeño dolor desapercibido, por cada metro cuadrado de selva talada, por cada agujero en la capa de ozono, por cada niño que muere de hambre, por cada niño armado, por cada soledad, por cada flor marchita, por cada mártir, por cada desgracia de estar vivo.
al sur con tu paraguas,
al norte con tus dientes de culebra.
entre el aire del mundo
del pueblo y sus victorias.
tus alas de murciélago,
que caen de tu mano
de tu cadáver hacia
las cuatro puntas del viento,
yo te torceré el cuello,
y enterraré, tristeza, tus huesos roedores
bajo la primavera de un manzano.
No me hace falta tirar de memoria
para saber cuándo fue
la primera vez que te vi.
La primera vez que supe
lo que era que alguien
cuando no parabas de caer.
La primera vez que vi mi reflejo
en unos ojos más limpios,
No me hace falta tirar de memoria
se clavaban en mi cabeza.
cómo suena el amor
y cómo sonaría el quererme yo.
No me hace falta tirar de memoria
y besándolas después
porque están ahí por ti.
No me hace falta tirar de memoria
Porque tú y yo siempre somos
mordiéndome los (d)años,
no me hace falta tirar de memoria.
Las cosas que mueren jamás resucitan,
las cosas que mueren no tornan jamás.
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda
es polvo por siempre y por siempre será!
Cuando los capullos caen de la rama
dos veces seguidas no florecerán...
¡Las flores tronchadas por el viento impío
se agotan por siempre, por siempre jamás!
¡Los días que fueron, los días perdidos,
los días inertes ya no volverán!
¡Qué tristes las horas que se desgranaron
bajo el aletazo de la soledad!
¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas,
las sombras creadas por nuestra maldad!
¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que así se nos van!
¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!
-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!
¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,
corazón maldito que inquietas mi afán!
¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!
¡Adiós mi alegría llena de bondad!
¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que no vuelven más!
Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo -Y me siento tan cansado y pequeño
que reflojo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!
Se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.
Estoy triste, y mis ojos no lloran
y no quiero los besos de nadie
mi mirada serena se pierde
en el fondo callado del parque.
¿Para qué he de soñar en amores
si está oscura y lluviosa la tarde
y no vienen suspiros ni aromas
en las rondas tranquilas del aire?
Han sonado las horas dormidas;
está solo el inmenso paisaje;
ya se han ido los lentos rebaños;
flota el humo en los pobres hogares.
Al cerrar mi ventana a la sombra,
una estrena brilló en los cristales;
estoy triste, mis ojos no lloran,
¡ya no quiero los besos de nadie!
Soñaré con mi infancia: es la hora
de los niños dormidos; mi madre
me mecía en su tibio regazo,
al amor de sus ojos radiantes;
y al vibrar la amorosa campana
de la ermita perdida en el valle,
se entreabrían mis ojos rendidos
al misterio sin luz de la tarde...
Es la esquila; ha sonado. La esquila
ha sonado en la paz de los aires;
sus cadencias dan llanto a estos ojos
que no quieren los besos de nadie.
¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores,
ya hay fragancias y cantos; si alguien
ha soñado en mis besos, que venga
de su plácido ensueño a besarme.
Y mis lágrimas corren... No vienen...
¿Quién irá por el triste paisaje?
Sólo suena en el largo silencio
la campana que tocan los ángeles.
en el que, con gran alegría,
te saludarás a ti mismo,
al tú que llega a tu puerta,
al que ves en tu espejo
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá, siéntate aquí. Come.
Seguirás amando al extraño que fuiste tú mismo.
Ofrece vino, Ofrece pan. Devuelve tu amor
a ti mismo, al extraño que te amó
toda tu vida, a quien no has conocido
para conocer a otro corazón
que te conoce de memoria.
Recoge las cartas del escritorio,
las fotografías, las desesperadas líneas,
despega tu imagen del espejo.
Siéntate. Celebra tu vida.
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